Esperanza que salva
El Papa Benedicto XVI nos ha regalado, al comenzar el último Adviento, un texto maravilloso para los tiempos que vivimos. En “Spe salvi” (salvados en la esperanza) nos conmueve la densidad teológica y la belleza de síntesis del Papa, uno de los pastores teólogos más auténticos y profundos desde la época del Concilio Vaticano II.
En el espíritu de “Spe salvi” hemos vivido la Navidad y el tiempo de reflexión que marca el comienzo de un nuevo año. En horas de balances, de evaluaciones y de planes, el misterio del nacimiento del Hijo de Dios nos devela el infinito amor de Dios hacia la humanidad.
Nuestra esperanza es la que nos abre el Niño de Belén, Jesús de Nazaret, al recorrer el camino del auténtico buen pastor que da la vida por sus ovejas y que resucita para nosotros. Bajo la agradable sombra de esa certeza se arrima nuestra fatiga en la hora de la duda, del desconcierto y de la realidad que por momentos nos abruma.
Allí somos llamados a testimoniar la esperanza cristiana basada en nuestra filiación con Dios y en la fe en Cristo vencedor de la muerte. La esperanza cristiana es el anuncio de la vida eterna junto a Dios, donde no habrá llanto, ni luto, ni muerte. Por ella el creyente se compromete en la construcción de un mundo según el querer de Dios, de Jesucristo y su Evangelio.
La encíclica del Papa imprime frescura a nuestra vivencia de la comunión eclesial y nos corrobora en los grandes propósitos inspiradores de las próximas Orientaciones Pastorales de la Iglesia en Chile.
Quiera el Señor que sean muchas las personas que puedan repasar su vida, sus metas y madurar su crecimiento en la fe, junto a las páginas de "Spe salvi". A María, nuestra Madre, “Stella Maris”, le pedimos que sea la estrella que ilumine este caminar.