Entre los meses de agosto y septiembre de 2022, la Conferencia Episcopal de Chile implementó la aplicación de una encuesta a los sacerdotes diocesanos y religiosos presentes en el país, cuyo objetivo general era “reconocer los elementos que animan y dificultan la vivencia plena de la vida, vocación y ejercicio del ministerio de los sacerdotes en Chile, para descubrir los apoyos y acompañamientos que necesitan los presbíteros para ser animados e impulsados desde las diócesis, congregaciones, y a nivel nacional”.
Contestaron un total de 643 sacerdotes, el 30% de los presentes en Chile (450 diocesanos, un 69,1% de ellos; y 193 religiosos, el 30,9% de ellos). Las principales variables consideradas fueron el nivel de satisfacción con la vida sacerdotal; la fuerza motivacional de la vocación; la calidad y características de la vida espiritual; la relación con los superiores, hermanos sacerdotes y comunidad en general; el impacto de la crisis por los abusos; las relaciones interpersonales y la fraternidad sacerdotal; las relaciones con las diócesis y las congregaciones; los apoyos en el ministerio presbiteral; la familia, la salud, el uso del tiempo libre y las vacaciones; y la formación permanente.
El informe de los resultados y las conclusiones de la aplicación de la encuesta nos motivan a presentar los siguientes aportes.
Algunos comentarios metodológicos:
El valor de este instrumento es la posibilidad de contar por primera vez con la aplicación de una encuesta de alcance nacional al que se convocó a todos los sacerdotes, tanto del clero diocesano como del clero religioso. Sin embargo, una deficiencia en la aplicación de la encuesta está dada por la tasa de respuestas en base al universo de los sacerdotes en el país, puesto que solamente lo hacen el 30% de ellos, lo cual afecta una más amplia representatividad. Una gran mayoría de sacerdotes no la contestó.
También es digno de valorar las temáticas consideradas, especialmente las que tienen que ver con aspectos más personales y de la vivencia humana del sacerdocio. De especial riqueza de contenidos es la incorporación de variables como la satisfacción con el ejercicio del ministerio, la gratificación e importancia personal asociada a este ejercicio, el llamado vocacional original, la experiencia relacionada con la vida espiritual y su importancia en la vivencia presbiteral, así como el acompañamiento espiritual en distintas dimensiones.
Por cierto, también es necesario apreciar la consideración de variables como la relación del sacerdote con su entorno: su familia, su comunidad, su obispo y superiores; las amistades laicales, con personal consagrado y particularmente la relación con los demás sacerdotes.
El diseño de la encuesta igualmente permite contemplar otros aspectos de la vida del sacerdote, tales como la relación que establece en sus ambientes cotidianos, principalmente los apoyos externos, los contactos y las frecuencias de esos contactos con sus familias y amistades, así como el intercambio con otros sacerdotes. Otras vivencias consideradas tienen que ver con una mirada más social y afectiva de los presbíteros, como aquellos que viven solos, los apoyos que encuentran en sus familias y comunidades, sus estados anímicos y los diagnósticos de depresión, sus prácticas de descansos y vacaciones. En fin, sin que la encuesta agote todas las dimensiones de la vida del sacerdote, sin embargo, hay un esfuerzo por estudiar estas dimensiones; más allá de los aspectos meramente litúrgicos o devocionales.
Sin duda que futuras encuestas pueden lograr avanzar en la incorporación de otras temáticas, como por ejemplo sus intereses intelectuales, sus espacios de diversión u ocupación del tiempo libre, el despliegue de sus talentos artísticos, literarios, musicales, deportivos y otros.
Breve análisis de las respuestas y sus alcances para una más provechosa Pastoral Presbiteral:
En primer lugar, hay que destacar que quienes responden valoran el ejercicio de su ministerio, calificándolo en un nivel de “mucha” o de “bastante satisfacción”, aunque dicha respuesta se ve matizada posteriormente con algunas dificultades en ese ejercicio. De hecho, una pregunta posterior permite apreciar que las más altas cifras para evaluar el ejercicio ministerial combinan dos realidades, aparentemente contradictorias pero comprensibles: un ministerio evaluado como “gratificante” e “importante”, pero a la vez “difícil” y “cansador”. Los encuestados otorgan gran valor a la “fortaleza del llamado vocacional original”, pues esta opción alcanza el 88%.
Otra combinación de respuestas que motivan un mayor análisis dice relación con la vida espiritual: un 91,7% valora su vida espiritual como “buena” o “muy buena”, y la importancia de la vida espiritual para el ministerio alcanza un altísimo valor del 94,1%. Sin embargo, un 33,8% reconoce que no tiene acompañante espiritual. Tal vez un indicio de que la alta valoración de la dimensión espiritual se canaliza en la vida diaria a través de una práctica más bien personal o individual, antes que comunitaria. Puede ser considerada como una posible hipótesis de trabajo para los responsables de la Pastoral Presbiteral en las diócesis y a nivel nacional.
Asociado a lo anterior, llama la atención las respuestas relacionadas con la autoridad, en lo referente a la relación y frecuencia de diálogo con los obispos diocesanos y los superiores religiosos. Según el caso, la combinación de respuestas “nunca” o “esporádicamente” suma un total sorprendente de 77,9%. Sin duda que la figura de la autoridad en general ha experimentado un cambio cultural en las décadas recientes, lo cual es fácil de apreciar al interior de las familias, en la relación de los padres con sus hijos, en las instituciones educativas entre alumnos y profesores, incluso en las relaciones laborales entre jefaturas y trabajadores.
Es posible extrapolar este rasgo cultural reciente, también al interior de la Iglesia: una modalidad que puede tender a una relación más lejana o prescindente con la autoridad. Tal vez habrá que relacionar esta situación con la alta valoración que se brinda a la importancia atribuida a la familia y a los amigos laicos, incluso con otros consagrados no sacerdotes.
Estrechamente asociado a lo anterior, y como una variante del tema, está la dinámica del intercambio con otros sacerdotes. Cuando se pregunta por este aspecto las cifras son decidoras: el “mediano intercambio” o “poco intercambio” con otros sacerdotes llega un elevado 90,7%. Así como el “mediano apoyo” o “poco apoyo” entre sacerdotes alcanza un también elevado 88,7%. Paralelamente, se valora más el apoyo de la familia y de la comunidad cristiana, antes que el de los consagrados.
Sin pretender agotar toda la riqueza de lo contestado, no se puede pasar por alto dos respuestas obtenidas en el instrumento que se analiza: quienes valoran como “regular” el propio estado anímico alcanza un 41,7%; y aunque con cifras menores, también es relevante la cantidad de presbíteros que reconocen tener un diagnóstico de depresión, que es el 8,8% de los encuestados (56 de quienes responden).
Probablemente relacionado con lo anterior son las altas cifras de quienes responden que tienen descanso “raras veces” u “ocasionalmente”, que asciende a un 60,5%. Son números que implican un llamado de atención en una actividad que contempla un buen nivel de desgaste físico, anímico y espiritual, el así llamado “burn out” (agotamiento mental y emocional principalmente en el ámbito laboral, de carácter estresante, que disminuye la capacidad de enfrentar de manera adecuada los conflictos y tensiones, y la capacidad de toma de decisiones y formulación de iniciativas; y que produce desgano, apatía y disminución del sistema inmune).
Proyecciones propuestas para delinear una Pastoral Presbiteral más amplia y comprensiva:
En base a las respuestas entregadas, y de acuerdo al breve análisis aquí realizado, es posible proponer algunas líneas de acción para una Pastoral Presbiteral que incorpore una perspectiva no solo intraeclesial, sino con una mirada a la realidad nacional e internacional, de acuerdo al momento histórico de la Iglesia en Chile, en que varias diócesis de nuestro país están cerca de cumplir sus primeros cien años de vida, además de considerar la clave sinodal que vivimos.
Es por ello que se proponen algunas hipótesis de trabajo que se mencionan a continuación.
1. El ejercicio del ministerio presbiteral, y la dimensión espiritual al interior de ella, están condicionados por los cambios valóricos y culturales que permean las sociedades contemporáneas, incluyendo la afirmación de la individualidad antes que la comunidad; la demanda de los derechos antes que el cumplimiento de los deberes; el acento en la búsqueda del bienestar personal y familiar antes que la consecución del bien común de la comunidad nacional.
El Papa Francisco nos ha convocado a vivir un tiempo sinodal especial, que enfatiza el caminar juntos y la búsqueda de una práctica más comunitaria en el diagnóstico de los conflictos y en la solución de los problemas, al interior de la Iglesia y en la relación de la Iglesia con el mundo. Nuestro país ha vivido en años recientes algunas convulsiones que no pueden pasar desapercibidas: alternancia de distintos proyectos políticos en pocos años, a veces muy diferentes entre sí ideológicamente; protestas y malestar de la ciudadanía, incluyendo señales de violencia; conflictos no resueltos a nivel del país: exigencias asociadas al tema mapuche; desborde en el control de la inmigración; demanda marítima boliviana y relación con los países vecinos; tema constitucional aún no concluido a la fecha; insuficientes respuestas a la calidad de la educación, la salud, las pensiones, la calidad de vida, los ingresos.
2. Los cambios en torno a la percepción y ejercicio de la autoridad han repercutido también al interior de la Iglesia y de sus distintos estamentos. El deterioro de la figura de la autoridad a muchos niveles (familia, escuela, política, instituciones, poderes del Estado), se expresan igualmente en el ejercicio del presbiterado, en diferentes grados según las distintas jurisdicciones y realidades locales.
La crisis de los abusos en sus diferentes ámbitos, aún en desarrollo, ha marcado una fuerte disminución en los niveles de aprobación, prestigio, credibilidad, confianza, creencias y adhesión a la Iglesia Católica, según lo demuestran prácticamente todas las encuestas más prestigiosas del país en las décadas recientes, al menos desde el inicio del presente siglo.
3. Las dimensiones más subjetivas de las personas en general, y de los presbíteros en particular, incluyendo la salud anímica y espiritual en su concepción más global, no pueden ser ignoradas en la planificación pastoral a todos los niveles, incluyendo la Conferencia Episcopal y todas las instancias de nuestras diócesis, órdenes y congregaciones masculinas y femeninas, organismos pastorales, movimientos apostólicos y nuevas comunidades, y laicado en general.
La iniciativa del Papa de convocarnos a caminar juntos, es decir, de manera sinodal, es una invitación a abordar la vivencia cristiana de manera proactiva, entusiasta y comunitaria. Ello para adoptar una práctica pastoral integral, la vivencia alegre y motivante del ministerio presbiteral, de modo conjunto entre los pastores, los consagrados y los laicos, donde todos tienen algo valioso que decir y sintiendo la satisfacción de ser escuchados.
4. El ejercicio del ministerio presbiteral -con las altas demandas eclesiales y sociales que implica, el inadecuado manejo de los tiempos de descanso- el uso ineficaz del tiempo libre, las dificultades en las dinámicas de relaciones interpersonales, el manejo insuficiente de la relación con la autoridad y las carencias en el plano espiritual, comunitario y formativo; pueden conducir a un estado de agotamiento e insatisfacción en el sacerdote.
El cansancio, fatiga y desgaste en el ejercicio ministerial puede conducir a una falta de motivación y carencia de un mayor compromiso personal y comunitario, además de un eventual menor rendimiento pastoral y un posible agotamiento emocional; junto a sensaciones de desmotivación, soledad y búsqueda de otros caminos de satisfacción.
En síntesis, la feliz iniciativa de la aplicación de esta encuesta y de relevar la voz de los presbíteros, debe conducir a reconocer el estado actual de la cuestión, con sus fortalezas y debilidades, puesto que el propósito de quienes conducen este proceso en la Pastoral Presbiteral es “elaborar estrategias que fortalezcan, animen y acompañen la vida, vocación y ejercicio del ministerio en su plenitud”.