Los rostros sufrientes de este tiempo
El mes de san Alberto Hurtado, que el país dedica a la Solidaridad, lo vivimos recibiendo el fruto de la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe, estampado en el Documento Conclusivo que por estos días se empieza a distribuir en el continente.
Desde nuestra fe en Cristo brota la solidaridad como “actitud permanente de encuentro, hermandad y servicio, que ha de manifestarse en opciones y gestos visibles, principalmente en la defensa de la vida y de los derechos de los más vulnerables y excluidos, y en el permanente acompañamiento en sus esfuerzos por ser sujetos de cambio y transformación de su situación” (DA 394)
El Documento de Aparecida señala: “(…) los cristianos, como discípulos y misioneros, estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos: ‘Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo’. Ellos interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo” (DA 395).
Hemos querido dedicar la presente edición de la Revista SERVICIO a esos cinco rostros que el Documento de Aparecida nos invita a atender de un modo preferente, aquellos “rostros sufrientes que nos duelen”. Son las personas que viven en la calle de las grandes urbes, los migrantes, los enfermos, los adictos dependientes y los detenidos en las cárceles.
Estas páginas dan cuenta del fecundo servicio pastoral que la Iglesia brinda en estos cinco ámbitos; pero al mismo tiempo nos ofrece un repertorio de enormes desafíos que claman desde estas realidades a las personas, al Estado, a empresas e instituciones, a la Iglesia y sus comunidades: “Cuanto lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25, 40).