Amistad cívica y participación electoral

La próxima realización de comicios municipales ha puesto en el debate ciudadano interrogantes y desafíos acerca del rol de los políticos y los servidores públicos. El Magisterio de la Iglesia nos enseña que todos podemos contribuir por medio del voto a la elección de representantes y a la formación de orientaciones políticas que logren “enraizarse en la caridad y tender a la búsqueda del bien común” (Compendio Doctrina Social, 573). Pero es cierto que la participación en los asuntos públicos no se reduce a la preferencia traducida en un voto.

Esta próxima elección de alcaldes y concejales nos permite procurar instancias de diálogo y debate ciudadano en torno a nuestras comunas, a los ambientes urbanos y rurales en que conviven distintas culturas y proyectos de vida. Reflexionar sobre el entorno próximo del barrio, del pueblo, de la ciudad, es una manifestación bella del afecto que tenemos hacia el lugar en que vivimos. Una sociedad altamente globalizada conspira contra los tejidos sociales, afecta los lazos comunitarios y amenaza seriamente la capacidad de asociación. No parece sana una ciudad que se planifica y edifica sobre la base de vecinos que no se conocen ni se relacionan entre sí. Una ciudad que aplasta sus almacenes, emporios, fuentes de soda, bazares y parques, sus juntas vecinales, centros de madres y clubes sociales y deportivos, termina por reemplazar vínculos de fraternidad por lógicas individualistas, exitistas y de consumo. Una ciudad así, habitada por personas y familias aisladas, termina en ciudadanos satisfechos pero solitarios, una ciudad sin encuentro, sin diálogo y, por lo tanto, ciudad sin Dios, sustento y fundamento de lo humano. El Documento de Trabajo En camino al Bicentenario, nos invitaba a reflexionar: “el desarrollo del ser antes que el tener, y el de los ideales que superan el mero pragmatismo, son llamados que vienen de lo más hondo del corazón humano”.

Las elecciones tienen la gracia de invitarnos a dialogar, desde la intimidad del hogar y pasando por los espacios de encuentro en el trabajo y los demás grupos de referencia. La campaña electoral nos permite conversar sobre el espacio en que vivimos, sobre sus necesidades y prioridades, para contrastar nuestra experiencia ciudadana con las promesas de quienes aspiran a gobernar las comunas. Por eso ha sido tan relevante la invitación que ha hecho a los partidos políticos el Arzobispo de Santiago, Cardenal Francisco Javier Errázuriz, en el sentido de fortalecer la amistad cívica como un vehículo de diálogo fraterno que nos permita avanzar, en serio, al menos en aquellos asuntos donde alcanzamos acuerdos básicos. Efectivamente nuestro voto es mucho más que un número que se agrega en la cantidad de preferencias. Conlleva no sólo una decisión informada sino además el empeño personal por aportar a la “casa común” que, valga la redundancia, es de todos. Por eso decimos que la actividad política y la participación en ella es una forma eximia de ejercer la caridad, es decir, una forma superior de vivir el amor a nuestros hermanos.