El ministerio laical del catequista
En junio de este año, la Conferencia Episcopal de Chile publicó el documento que ofrece las orientaciones fundamentales sobre la misión, la formación y la institución para acceder al Ministerio laical del catequista. El proceso realizado para publicar este texto, ha procurado ser fiel a lo expresado por el papa Francisco en su carta apostólica en forma de Motu Proprio, Antiquum ministerium, donde el Santo Padre nos dice que “La Iglesia ha querido reconocer este servicio como una expresión concreta del carisma personal que ha favorecido grandemente el ejercicio de su misión evangelizadora”.
Con la publicación de este documento del Episcopado nacional se da cumplimiento al mandato del Papa Francisco para instituir el Ministerio laical del catequista. En efecto, en dicha carta, el Papa invitó a las Conferencias Episcopales a “hacer efectivo el Ministerio del catequista, estableciendo el necesario itinerario de formación y los criterios normativos para acceder a él, encontrando las formas más coherentes para el servicio que ellos estarán llamados a realizar”. (N° 9).
El documento está constituido por cuatro partes: el primer capítulo aborda el perfil del ministerio, destacando que es un servicio estable, laical y de fuerte valor vocacional. El segundo capítulo hace referencia a las funciones del ministro de catequesis, centrado en la animación, conducción y coordinación que tendrá su servicio. El tercer capítulo está referido al órgano diocesano de catequesis y a los criterios normativos para acceder al ministerio de catequista. Por último, el cuarto capítulo se centra en el plan de formación, donde se proponen un marco orientador para la formación del catequista que será instituido como ministro o ministra.
Nos alegramos profundamente por la institución de este ministerio, pues en este acontecimiento confluyen varios dinamismos eclesiales que dan vida a la comunidad y que especialmente se han venido desarrollando en las últimas décadas. Nos referimos a: El desarrollo de la ministerialidad fundada en el bautismo, que permite a hombres y a mujeres dedicar su vida a la edificación de la Iglesia. A la mayor conciencia de la identidad y misión del laico en la Iglesia, que enriquece la obra de la evangelización. A la preocupación por la renovación de la Catequesis, para impulsar procesos de transmisión de la fe kerygmáticos y mistagógicos, que expresen mejor el amor salvífico de Dios y la alegría del evangelio. A la renovación misionera de la Iglesia, que permite configurarnos como una comunidad en salida, que busca ofrecer a todos la vida de Jesucristo. A la sinodalidad como nota de la Iglesia, que nos invita a caminar juntos para vivir la comunión, realizar la participación y abrirnos a la misión. En fin, estos y otros dinamismos, en buena parte impulsados por el propio Francisco, explican que hoy tengamos la posibilidad de instituir a laicos, hombres y mujeres, como ministros catequistas, para un mejor anuncio de la Buena Noticia.
Las distintas instancias y personas que han trabajado en que este documento esté al servicio de la Iglesia en Chile, esperan que se pueda avanzar no solo en la institución de ministros de catequesis, sino que el servicio de los mismos responda a las necesidades de nuestra Iglesia hoy. Que sean a la vez los primeros servidores de la evangelización, así como un punto de encuentro, diálogo y renovación para las diversas formas en que se transmite la fe en nuestra sociedad hoy. Finalmente, recordar, como nos dice el papa Francisco en su carta: “El Catequista… está llamado en primer lugar a manifestar su competencia en el servicio pastoral de la transmisión de la fe, que se desarrolla en sus diversas etapas”.
Agradecemos a todos quienes han colaborado para hacer realidad este documento: los equipos y responsables de catequesis de las diversas Iglesias locales, la Comisión nacional de catequesis, los obispos y laicos de la Comisión pastoral (COP) de la CECh, y al conjunto de los obispos que en Asamblea Plenaria estudiaron y aprobaron este texto. Como se trata de un documento ad experimentum por tres años, esperamos que la práctica y la experiencia del próximo tiempo enriquezca futuras orientaciones, para un mejor servicio a la misión evangelizadora de nuestra Iglesia.