Chile, una mesa para todos
Intenso ha sido el inicio del año Bicentenario, marcado por la campaña electoral y por los optimistas signos de recuperación económica. En este período han figurado en el debate público temas de gran trascendencia como la propuesta de políticas públicas significativas para abordar la deuda pendiente con los pueblos originarios. También otros asuntos logran movilizar a los compatriotas en un ambiente de alegría, como ha sido la clasificación del seleccionado chileno de fútbol a la copa del Mundo Sudáfrica 2010.
La celebración de Fiestas Patrias ha sido la oportunidad en que la Iglesia ha propuesto al país su principal motivación para este Bicentenario, y que se sintetiza en el lema CHILE, UNA MESA PARA TODOS. Nuestra propuesta brota de este gran movimiento espiritual que vivimos como pueblo de Dios peregrino en América Latina y el Caribe, renovado en la adhesión a Jesucristo y en un encuentro personal con Él. Sentimos que anunciar las maravillas de este encuentro constituye nuestro mayor tesoro, y ello se traduce en un impulso misionero que está suscitando una alegre y esperanzadora renovación de nuestra Iglesia en el continente.
En este espíritu de la Misión Continental, la Iglesia mira hacia el Bicentario en la perspectiva de los grandes valores de nuestra identidad, aquello que el cardenal Silva Henríquez llamó “el alma de Chile”. La convivencia en esta patria que amamos exige, en esta hora, que como sociedad en su conjunto podamos abordar grandes deudas. El Presidente de la Conferencia Episcopal ha invitado a reflexionar sobre un “consenso básico ético” que permita avanzar en decisiones y políticas públicas en favor de una sociedad más equitativa, con una educación de calidad, una salud digna y accesible, y mejores viviendas sociales.
Con fundadas razones se celebra el Bicentenario. Y en la mesa de los festejos no puede faltar nadie. En vano podríamos enorgullecernos de nuestros éxitos macroeconómicos y nuestra buena imagen internacional si las personas y familias más vulnerables siguen quedando debajo de la mesa. El Santo Padre nos ha recordado en su encíclica Caritas in Veritate que “la solidaridad es en primer lugar que todos se sientan responsables de todos”.
En la mesa eucarística que nos congrega como comunidad, donde celebramos la Vida que nos deja el Señor, allí forjamos este empeño por hacer inclusivo el banquete de Chile. Cristo, nuestro alimento, nos mantendrá fieles a la unión divina y a la comunión fraterna, y ello se traducirá, como nos recuerda san Alberto Hurtado, “en obrar como Cristo, en mirar las alegrías y los fracasos con los ojos de Cristo, sólo pensando qué haría Cristo en nuestro lugar... ¿Qué haría?”.
† Santiago Silva Retamales
Obispo auxiliar de Valparaíso
Secretario General de la CECh