Felices los que trabajan por la paz
El 27 de julio se dio a conocer un mensaje del Episcopado que inicia reconociendo que el 11 de septiembre de 1973 “constituye un momento doloroso y dramático de nuestra historia”, donde se constata que actualmente hay en Chile “una polarización no sólo frente a nuestro presente, sino también respecto del pasado reciente”, invitando a mirar juntos lo ocurrido, para caminar hacia un futuro más compartido.
Por ello, deseosos de servir a la comunidad a la luz del Evangelio, los obispos destacaron algunos valores y aprendizajes que la memoria de estos acontecimientos enseña hoy:
El respeto de la persona humana
Los pastores recuerdan que “la dignidad de la persona humana y el respeto de su vida desde la concepción hasta la muerte, es el principio fundamental de todo el orden social, lo que exige el cuidado irrestricto de los derechos humanos como base de nuestra convivencia”, agregando que “nadie puede ser atropellado en su dignidad” por cualquier motivo que minusvalore u olvide su condición humana. “La violencia nunca es un camino legítimo”, enfatiza la CECh.
Una herida abierta
En este punto, los obispos expresan una palabra de solidaridad a todos quienes han sufrido y sufren a causa de la violencia y el atropello a sus derechos humanos: “Nos duelen las lágrimas de todos estos años”, implorado nuevamente “a quienes tengan información sobre el paradero de personas detenidas desaparecidas, a que la entreguen debidamente, si no lo han hecho hasta ahora. Nuestro servicio como obispos y sacerdotes siempre está disponible como un camino para concretar esta entrega. Todavía es posible contribuir a reparar el dolor causado”.
Cuidar y perfeccionar la democracia
“Es necesario cuidar la democracia como sistema político, con el compromiso de perfeccionarla constantemente para que sirva al bien común”, destacan los obispos, añadiendo que es prioritario construir un sistema democrático eficaz y encontrar en la misma democracia” los recursos e instrumentos para abordar los desafíos de nuestra convivencia y progreso, renunciando absolutamente a la violencia política y al quiebre institucional como solución de nuestras divergencias”.
Diálogo y acuerdo al servicio del bien común
El cuerpo colegiado de obispos sostiene que es “imprescindible cuidar el diálogo y el acuerdo social y político como base para la construcción de un proyecto común de país, evitando imposiciones ideológicas y posturas extremas”, un diálogo abierto y respetuoso que “no es el mero consenso superficial y negociador, sino la búsqueda conjunta del bien común, respetando la verdad de la dignidad humana”.
La reconciliación, nuestra más urgente tarea
Finalmente, Los Obispos de Chile sostiene que la fe cristiana, uno de los pilares de nuestra patria “nos recuerda el primado del amor”. Esto debería llevarnos como sociedad “a crecer en amistad cívica, en diálogo y en participación, hasta llegar a compartir los valores esenciales que han de configurar nuestra existencia como pueblo”.
“Así podremos caminar como una sociedad reconciliada, que no niega las diferencias entre nosotros, pero las integra en un proyecto compartido, sobre la base de la verdad, la justicia, el perdón y la fraternidad”, proponen los pastores, citando las palabras del Cardenal Raúl Silva Henríquez, quien en 1974 resaltó que la Patria “es fundamentalmente alma, alma colectiva, alma de un pueblo, consenso y comunión de espíritus”.
El Episcopado concluye el mensaje, dado a conocer este 27 de julio, invitando a todos los creyentes a orar por el país y pedir el don de la reconciliación. También invocan a la Virgen del Carmen para que nos enseñe a “construir una gran nación de hermanos donde cada uno tenga pan, respeto y alegría”.
Misa por la Patria
Anteriormente, el viernes 21 de julio se celebró una Eucaristía, en la Casa de ejercicios espirituales de Padre Hurtado, al finalizar la semana de retiro del Episcopado nacional -en la que participaron la mayor parte de los obispos en ejercicio y algunos obispos eméritos- el que fue predicado por el cardenal Daniel Sturla sdb, arzobispo de Montevideo (Uruguay).
En la oportunidad, los obispos quisieron pedir al Señor por la Patria, no sólo por los desafíos presentes, sino también los de nuestra historia en el contexto de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, encomendando a la Virgen del Carmen a todo el pueblo chileno.
El daño más grande es quitar la vida
Al iniciar su homilía, el cardenal Arzobispo de Santiago, Celestino Aós OFMCap; abordó el tema del pecado, recordando que en la misa “al encontrarnos con Jesucristo resucitado que muestra las llagas ya gloriosas, nos damos cuenta de que nuestros actos no son sólo quebrantamiento de un código de urbanidad o convivencia, no sólo son un daño para el vecino”, agregando que el daño más grande es quitar la vida “cuando aún es un embrión o cuando tiene 33 años, cuando se lo elimina porque nos parece demasiado viejo o enfermo”.
“Quitar la vida, o quitar la dignidad, con la tortura, la degradación, el destierro o el extrañamiento, negándole la justicia o cometiendo injusticias contra su persona. etc. Hay errores, hay actuaciones que son imperfectas y dolorosas por nuestra limitación y superficialidad. Pero hay más: hay en nosotros maldad, pecado. Nosotros tenemos fe: hemos pecado contra Dios; “he pecado contra el cielo y contra ti” es la confesión que prepara el hijo pródigo: he pecado contra el cielo, contra Dios. Hoy, Señor, te pedimos perdón por nuestros pecados, porque nos opusimos o retrasamos tú plan de salvación”, imploró el obispo.
Orar es amar: llevamos el Evangelio del perdón y la reconciliación
Luego, el pastor enfatizó que “orar es amar, orar pidiendo perdón es amar a Dios y a los demás, y amar a Chile. Somos sacerdotes en el plan de Dios, para ofrecer sacrificios por sus propios pecados y por los pecados del pueblo”, añadiendo que la misión primera de los obispos es rezar y desde la oración iluminar el futuro: “¿a dónde queremos ir? E iluminar el presente. Esto ¿va a ayudar a sanar? O seguimos haciendo lo mismo, cuando han pasado ya 50 años”.
“Somos mensajeros de la Buena Nueva, queremos y debemos compartir el gozo del Evangelio. Llevamos el Evangelio del perdón y la reconciliación. Y eso exige arrepentimiento, deseo de reparar el daño causado, y propósito de no volver a cometer ese pecado. Conversión. Nuestro pecado es grande, las páginas son negras. Mientras se trabajaba con generosidad por la reconciliación, por la paz, otros seguirán abusando y delinquiendo. El pecado no fue cosa de un día, ni del tiempo pasado; también hoy, y de muchas maneras estamos en pecados. Todos estamos ensuciados, pero eso no puede servir como excusa sino como revulsivo para avanzar y mejorar”, manifestó el arzobispo.
Quienes tienen información, en nombre de Dios, háganla saber
Celestino Aós también destacó que cada persona debe poner de su parte en esa tarea: “nuestros gobernantes y legisladores y jueces revisen sus modos, nuestros políticos y comunicadores busquen y respeten la verdad. Los sacerdotes y los religiosos, y nosotros los obispos proclamemos y vivamos el Evangelio de la verdad y del amor y del perdón, de la justicia y la misericordia. ¿somos más justos? ¿somos más misericordiosos? El evangelio es claro y exigente: tú pon verdad, tu pon justicia, tú se honesto, tu ama; Ama, a tus enemigos”.
Junto con ello, el presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, en el contexto de la Eucaristía a 50 años del Golpe de Estado en el país, manifestó: “Como obispos ofrecemos nuestro servicio de acogida, respeto, silencio y secreto, pero pedimos que quienes tienen información acerca de los hechos y de las víctimas, en nombre de Dios, háganla saber porque es camino y modo para aliviar el sufrimiento de muchos”.
Asimismo, el cardenal recordó que “muchos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos rezaron, dieron ayuda a víctimas directas y a tantas otras víctimas indirectas y que entraron en la pobreza, la marginación etc., aconsejaron. ¿Pudimos hacer más? ¿Era mejor hacerlo de otro modo? Pedimos perdón por lo que teníamos que hacer y no hicimos, pedimos perdón por lo que hicimos mal, pedimos perdón por haber guardado silencio cuando debimos hablar, o haber hablado mal, juzgado y condenado”.
Ofrecer guía y ánimo a los fieles y la sociedad
Luego, el obispo animó a ser sembradores de justicia, honradez, respeto, y colaboración, relevando que hoy “nos toca iluminar el presente: hemos ofrecido nuestro aporte a los Constituyentes, y seguiremos ofreciendo el gozo del evangelio, la verdad que poseemos y que libera, aunque duela”, recordando a sus hermanos en el Episcopado: “somos obispos, nos toca enfocar la vida desde el evangelio, nos toca ofrecer guía y ánimo a los fieles y a la sociedad. Somos padres de todos”.
“Todos estamos convocados en esta hora grande y hermosa de nuestra historia a ofrecer nuestro aporte, a dar lo mejor de nosotros mismos para construir un Chile mejor. No piense que los otros son quienes harán. Los otros pondrán lo suyo, y nosotros debemos poner lo nuestro. Como la Virgen María, Madre de Jesús y Madre de todos nosotros; a sus pies nos reconocemos “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”, concluyó el arzobispo Celestino Aós.