Antes de comenzar con las conclusiones, es relevante referir el contexto en el que estamos generando estas reflexiones ya que el desarrollo de las personas ha sido influido por distintas corrientes de pensamiento a lo largo de la historia, tanto ideológicas como culturales, con miradas diversas sobre el ser humano en general, y sobre la sexualidad en particular, que claramente han generado nuevas preguntas para nuestros colegios.
Desde la perspectiva de nuestra espiritualidad, el contexto es parte de la dinámica del tiempo, en el que Dios habla, transita y se muestra. Este proceso implica mirar el tiempo y el contexto en el que se expresa, con altura y hondura, para descubrir la huella que Dios deja en lo profundo de la realidad y cómo esta mirada influye en el modo como nos vinculamos con el otro.
Nuestro norte es dialogar, desde una posición de servicio que refleje encuentro, y acogida, para ayudar a las personas en la construcción de su vida. Por eso queremos mostrar honestamente a todos nuestros alumnos que el colegio está para acompañarlos en su proceso de convertirse en personas maduras en toda circunstancia, para que asuman los caminos diversos del crecimiento, con sus simplezas y complejidades, como parte natural de todo proceso de desarrollo.
En relación con la múltiple información que hay sobre el desarrollo de la sexualidad, y sobre el tema de la conducta sexual, creemos necesario objetar algunas falacias. Primero, independientemente que los jóvenes manejan mucha información sobre el orden sexual, no necesariamente eso implica que tal información sea integrada o elaborada de manera adecuada.
Sobre el tema de la conducta sexual, no puede justificarse la acumulación de experiencias sexuales, como parte del descubrimiento personal, como una forma indiscutible de afincar una sana sexualidad. La práctica sexual temprana puede ocasionar dificultades en el desarrollo, tanto a nivel psicológico como social. Los colegios podemos desarrollar programas que ayuden positivamente en ese sentido, haciendo descansar el mundo sexual en el contexto de un proyecto de vida, que garantice un diálogo permanente entre formas de ser, cuidado personal, creencias, valores y conductas.
Algunas claves esenciales para el desarrollo de la educación sexual:
Una pedagogía que equilibra acogimiento con asertividad:
Para educar en la sexualidad, creemos fundamental acentuar y potenciar una de las mayores cualidades de nuestras instituciones: acompañar la vida. Para poder hacerlo requerimos equilibrar y armonizar dos grandes elementos. Por una parte, acoger, salir al encuentro, comprender, captar, percibir al otro, empatizar y escuchar de manera activa, para generar confianza y hacer sentir que nuestro colegio es un espacio seguro. Por otra parte, puesto que el colegio tiene un proyecto y una forma de entender el desarrollo y el crecimiento, debemos ser asertivos: saber decir, ser claros, saber mostrar, saber proponer, saber llevar. Es una cosa y la otra, siempre juntas y en diálogo. En este sentido, debemos ser capaces de salir al encuentro y educar a la vez, asumiendo que no siempre tendremos todas las respuestas, pero sí el firme convencimiento de que queremos buscar la verdad, la bondad y la belleza de la sexualidad humana en toda circunstancia y en cada oportunidad.
Una pedagogía que respeta la intimidad y la libertad de las personas:
Hay muchos aspectos y dimensiones del desarrollo de la sexualidad que se manifiestan preferentemente dentro del marco de la privacidad de las personas. El trabajo del colegio siempre tendrá un límite en este sentido, porque sólo le cabrá acompañar procesos personales que hayan sido abiertos desde la libertad de los alumnos y sus padres, según corresponda. Por ello el rol de la familia, asume especial relevancia y dicha pedagogía debe incluirla en su propuesta, o como escuela acompañar a los padres.
Una pedagogía que permite el cuidado tanto personal como comunitario:
El desarrollo de las personas en materia de sexualidad y afectividad se logra arraigar con firmeza cuando el autocuidado y el cuidado de los demás está en permanente comunión. Me cuido, soy cuidado, cuidamos, en todas los escenarios y circunstancias. Me cuido porque soy responsable por lo que me define y amo; cuido a otros, porque soy responsable por ellos, por su bien e integridad; me dejo cuidar porque no me basto a mí mismo, y necesito de los demás; y cuidamos, porque somos una comunidad en la que todos somos dignos, valemos y somos importantes. El cuidado transversal es uno de nuestros mayores seguros, para el desarrollo de una educación sexual sana, y un gran regalo para el mundo y la sociedad.
Una pedagogía orgánica, que nos exige asumir una perspectiva multidisciplinaria:
La educación sexual no se puede reducir solamente a un trabajo psicológico, biológico o formativo en general. Debemos descubrir ejes temáticos esenciales a partir de nuestro carisma y trazar trayectorias que crucen transversalmente todo el currículum. Así como podemos dar información concreta en las clases de biología, también podemos ver posturas en filosofía, relatos en historia, y análisis de textos en lenguaje, a través de lo cual podemos suscitar la integración de un principio o valor, o despertar intereses y en la enseñanza religiosa de la cual tienen una particular responsabilidad los profesores de religión. Por otra parte, el gran “director de orquesta”, en el seno de una educación orgánica auténtica, es el mismo alumno, que a medida que va creciendo, va incorporando y arraigando desde su autonomía, lo que el colegio le ha querido enseñar. Esto implica asumir uno de los mayores desafíos a nivel de educación sexual: que sin los alumnos no podemos completar nuestra propuesta.
Una pedagogía que puede navegar con sabiduría entre restricciones y reglamentaciones:
Hoy hay legislación y reglamentación en materia legal que puede generar inquietud a nuestras instituciones, por las dificultades que se suscitan para el desarrollo de sus proyectos educativos, más aún en materia sexual. Para superar obstáculos o amenazas, debemos poner nuestras decisiones en planos más completos y más finos estratégicamente. Si tratamos, por ejemplo, el tema de la información que se debe dar sobre el uso de preservativos, debemos ampliar el concepto, para tratarlo en un plano de mayor hondura, que nos permita transmitir valores.
Conclusión
«Sin una aclaración satisfactoria de la antropología sobre la cual se basa el significado de la sexualidad y la afectividad, no es posible estructurar adecuadamente un camino educativo que sea coherente con la naturaleza del hombre como persona», ya que dicha antropología, la cristiana, defiende que «el hombre posee una naturaleza que se debe respetar y que no puede manipularse a su antojo», respeto que se basa en «el reconocimiento de la dignidad peculiar del ser humano y en la ley moral escrita en su propia naturaleza». Esta antropología cristiana tiene sus raíces en la narración de los orígenes, tal como se describe en el libro del Génesis, en donde se afirma que “Dios creó al hombre a su imagen, varón y mujer los creó (Génesis 1, 27).
«Más allá de cualquier reduccionismo ideológico los educadores católicos están llamados a transformar positivamente los desafíos actuales», siguiendo el camino de la razón y de la propuesta cristiana. «Los formadores tienen la fascinante misión educativa de enseñar un camino en torno a las diversas expresiones del amor, al cuidado mutuo, a la ternura respetuosa y a la comunicación en busca de sentido».
«Esta cultura de diálogo no contradice la legítima aspiración de las escuelas católicas de mantener su propia visión de la sexualidad humana en función de la libertad de las familias para poder basar la educación de sus hijos en una antropología integral capaz de armonizar todas las dimensiones que constituyen su identidad física o espiritual».