El camino recorrido
Hace diecinueve años se formaba la subcomisión de catequesis para personas en situación de discapacidad al alero de la Comisión Nacional de Catequesis (CNC), este equipo se ocupó en ese entonces de crear instancias formativas para catequistas de todo el país y también de buscar puntos de encuentro para seguir caminando junto a las personas con alguna discapacidad.
El 2009 se realizó el primer campamento para catequistas que trabajan con personas en situación de discapacidad, lo cual surgió a partir de la necesidad de muchas familias que buscaban la catequesis para sus hijos y no sólo poder acceder a los sacramentos. Ellos buscaban que sus hijos e hijas conocieran a este Dios de amor, en un espacio dentro de la Iglesia como sus demás hermanos, sin sentirse aislados. La inclusividad parecía pobre si solo consistía en hacer una catequesis específica para las personas con discapacidad, en realidad lo que se quería era poder vivir también una experiencia comunitaria con todos. En varias diócesis de Chile, se buscaron caminos, para esta inclusión, en donde estos hermanos y hermanas pudieran desarrollar una vida espiritual más completa.
Nacieron así, los primeros campamentos, como espacios de conversación. Descubrimos que: para muchas familias, la discapacidad no sólo era el tema que tenía en común, sino que era algo que los impulsaba y motivaba a ir más adelante. Nos maravillamos de ver que muchos de los catequistas que teníamos para esta pastoral eran familiares de personas con discapacidad. En este proceso sentimos que había que escuchar mucho, que debíamos movernos para encontrar a los de “la vereda del frente”, o los de la “otra orilla”.
Así surgió la necesidad: concientizar y visibilizar a las personas en situación de discapacidad, pero rápidamente nos dimos cuenta de que el camino no era fácil. Los prejuicios, la tradición y el miedo estaban muy anclados en algunos. Por otro lado, se fueron abriendo puertas y se fue sumando cada vez más gente a este hermoso proyecto.
Hoy, a la distancia vemos el camino recorrido y nos alegramos de este tiempo de Sínodo sobre la sinodalidad, porque a través del método de la conversación espiritual, se nos ha invitado a dejarnos guiar por las mociones del Espíritu Santo y a hacernos preguntas importantes: ¿Qué dicen las personas en situación de discapacidad a la Iglesia?¿Qué nos dice Dios a través de ellos? ¿Qué dicen estos hermanos y hermanas de Dios?
Creemos que hoy es importante avanzar en un cambio de mentalidad, esto ya está en marcha en otras partes del mundo, y esto nos confirma que vamos por un buen camino. Un obstáculo que superar será el enfoque asistencialista, para caminar hacia un enfoque más respetuoso de la individualidad, ya que cada persona con discapacidad es única, y la manera de acercarse a ella y de acogerla es también única. En todo caso nos parece fundamental respetar el protagonismo de las personas con discapacidad. Lo que es posible solo si las escuchamos. En ese sentido el proceso sinodal que mencionamos anteriormente ha demostrado ser un verdadero kairós, ya que ha ofrecido una oportunidad concreta para poner sus palabras en el centro y reconocer lo que tienen que decir, lo que son, lo que Dios dice por medio de ellos y lo que la realidad de la discapacidad está diciendo de Dios.
Nuestra participación en el camino sinodal
Al final de la Audiencia General del Papa Francisco, el 21 de septiembre del 2022, un grupo de personas con discapacidad se reunió con él para presentar los resultados más relevantes de una sesión especial de escucha sinodal en la que han participado los meses anteriores. Estos resultados surgieron como producto de la consulta realizada por el Dicasterio para Laicos, Familia y Vida, en la que participó la Subcomisión de Catequesis con Personas en Situación de Discapacidad, representando a la Conferencia Episcopal. Esta iniciativa se inscribe en la reflexión que el Dicasterio lleva a cabo desde hace unos tres años sobre la inclusión de las personas con discapacidad y su plena participación en la vida de la Iglesia, no se trata simplemente de un nuevo campo de acción pastoral, sino de la afirmación -decisiva- de que la vocación bautismal es verdaderamente para todos, sin exclusiones.
El concepto inclusión a nivel eclesial nos parece hoy que tiene que abrirse más allá de la escucha y de la acogida en la comunidad. Inclusión, creemos que podría significar también comprender que ellos también son discípulos, que tienen una vocación única y que ellos manifiestan algo único de Dios, en ese sentido ellos son signo y a la vez lugar para la manifestación de la gloria de Dios. Esto está bien lejos de ver la inclusión como un acto de caridad de la comunidad “capacitada”. Es así como la pastoral de inclusión, vista en este sentido más largo, se vuelve un pastoral que capacita y enriquece a toda la comunidad.
Para lograrlo, como se desprende del trabajo de esos meses de consulta, hay que dar algunos pasos concretos. Ya mencionamos el cambio de mentalidad, que concretamente significa decir “nosotros, no ellos” cuando se habla de las personas con discapacidad. Otro paso concreto consiste en reconocer el “misterio de la fragilidad”, ya que Dios se manifiesta en ella o a través de ella. También hay sensibilidades nuevas como el trabajar para eliminar las barreras arquitectónicas que excluyen o dificultan la participación de las personas con discapacidades sensoriales o cognitivas. Nunca basta insistir y reafirmar que “nadie puede negar los sacramentos a las personas con discapacidad” y que si no sabemos cómo hacer debemos hacernos ayudar, porque la discapacidad necesita ser conocida para poder ser acompañada.
Por otra parte, el camino del Sínodo ha sido una oportunidad para no victimizar a las personas con discapacidad. La personas con discapacidad, como todos, tienen mucho que dar y aportar a la comunidad, ellas y ellos también son corresponsables de la misión y no solo objetos de la misión. En esta línea dice Francisco que es “hora de cambiar un poco nuestra mentalidad para abrirnos a las aportaciones y abrirnos a los talentos de esas personas con capacidades diferentes, tanto en la sociedad como dentro de la vida eclesial”.
Todos corresponsables y llamados a la fraternidad
Cada miembro del pueblo de Dios es un aporte, contribuye y realiza su propia vocación de discípulo en la Iglesia. Es por eso, como asegura el Papa, se hace “necesario promover una espiritualidad de comunión, para que cada uno se sienta parte de un cuerpo, con su irrepetible personalidad. Sólo así cada persona, con sus límites y dones, se sentirá animada a hacer su parte para el bien de todo el cuerpo eclesial y de la sociedad”.
Los numerosos textos bíblicos que hablan de discapacidad y enfermedades nos recuerdan, que Jesús va más allá de lo que “limita” a la persona. Jesús nos invita a ver la persona en situación de discapacidad y la discapacidad en sí misma desde la fe. En las escritura Dios da a algunos el regalo de la salud, de la “capacidad” (Jn 9, 1-8)... pero otros no… Hoy somos conscientes de que a todos nos hace el regalo de su presencia, particularmente en esta Navidad en donde el niño Dios nos recuerda la vulnerabilidad y la fragilidad extremas. Por eso una pastoral que capacite tiene que ser una pastoral caso por caso, a la medida. Respetuosa de las diferentes situaciones, condiciones o discapacidades que afectan a las personas. Ya que la personas son siempre únicas.
Por último, la discapacidad, por difícil o compleja que pueda ser, siempre será un lugar para que la gloria de Dios se siga manifestando (Jn 9,3).
Área eclesial
Conferencia Episcopal de Chile