No los dejemos afuera
El tiempo de Cuaresma con que nos hemos preparado para vivir en plenitud esta Semana Santa, nos ha regalado en esta oportunidad un maravilloso signo de comunión eclesial que se ha hecho visible en los rostros de niñas y niños que nos exhortan a no excluirlos de la sociedad. El clamor de estos 200 mil niños menores de seis años en grave riesgo social -“¡No nos dejen afuera!”- nos recuerda algo importante de nuestra misión eclesial.
Coincide este tiempo solidario con los episodios solemnes de nuestra vida democrática que hemos vivido recientemente, en la toma de posesión de las nuevas autoridades del Poder Ejecutivo y la renovación del Congreso Nacional. Junto a las demás confesiones cristianas y otros credos religiosos, la Iglesia ha expresado su profundo deseo de que las nuevas autoridades “puedan servir al país con la sabiduría que permite discernir y optar por el bien, sobe todo de los más pobres y desvalidos” (Cardenal Errázuriz, Homilía en la Oración Ecuménica).
En la perspectiva nacional que nos sitúa en camino hacia el Bicentenario, y en el proceso continental preparatorio para la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe, los destinatarios de esta Cuaresma de Fraternidad son un signo contundente de la mirada con que nuestra Iglesia en Chile va reflexionando sobre su ser y su actuar, en medio de una época de cambios.
La Iglesia no puede ser espectadora frente a la situación que viven tantos niños en riesgo social, marginados junto a sus familias. Por eso nuestra unión a la pasión de Cristo se traduce en una práctica solidaria permanente, y en este tiempo particular en un aporte concreto para financiar proyectos en que las personas y las comunidades eclesiales se organizan para proteger a estos niños, como lo enseñó el Señor, y restituirles su dignidad.